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lunes, 25 de junio de 2012

Transformar los problemas en oportunidades

Carl Jung escribió: “El mundo entero desea la paz, mientras se prepara para la guerra. La humanidad es impotente ante la propia humanidad, y los dioses, como siempre, nos enseñan el camino de la fatalidad”.
Ésta es una síntesis de nuestros dilemas contemporáneos. Nuestra sociedad actual se encuentra acechada por una gran variedad de problemas –sociales, psicológicos, ecológicos y económicos– como, a su vez, por la constante amenaza del armaguedón ambiental, la cual siempre proyecta su sombra sobre nosotros. Nuestro planeta, literalmente, se ha convertido en una especie de bomba de tiempo, atan sólo unos minutos de su detonación final. Esto es real, estamos destruyendo el planeta. Al correr el último segundo en el reloj, parecemos dominados por oscuras fuerzas que no entendemos, y sobre las cuales no tenemos control. En ocasiones, proyectamos el mal hacia fuera, y hacemos a otros pueblos o personas responsables de nuestras dificultades. De vez en vez, políticos y científicos proclaman el hallazgo de soluciones. Desgraciadamente, éstas suelen ser, por lo general, parciales y temporales. Tocan la superficie y atienden a los síntomas de nuestros problemas, mas son incapaces de aliviarlos de raíz. De ser honestos, estas causas radican en el corazón individual humano, en nuestros corazones, en donde radica un primitivo y fanático egoísmo. Es nuestra avaricia personal, nuestro odio y confusión colectivizada y amplificada a escala masiva, la causa de los graves problemas de nuestro mundo. No obstante, tan sólo ver esto no es suficiente. Las oscuras fuerzas que residen en nuestro interior deben ser descubiertas, evidenciadas y purificadas. Así, a través de la conciencia y el entendimiento, podrán ser transformadas en la materia de la sabiduría y la compasión. El budismo nos ofrece un medio y forma para hacer esto. La tradición budista representa, fundamentalmente, una búsqueda del despertar. Su propósito es eliminar el sufrimiento y las causas que lo propician. No tiene como meta la mera persecución del placer temporal, sensorialmente condicionado, sino la consecución de un tipo de florecimiento que subyace y satura todos nuestros estados emocionales y que abraza las múltiples vicisitudes de la vida. Un estilo de relación con la existencia que emana de la concordancia con la realidad. Para actualizar esta meta, es indispensable entender la naturaleza última de la mente, el mundo de los fenómenos y el potencial de perfección que subyace adormecido en todos los seres

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